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Según la American Physical Therapy Association, la terapia manual consiste en un amplio grupo de intervenciones pasivas, en las que el fisioterapeuta emplea sus manos sobre el cuerpo de la persona para administrar movimientos precisos con el fin de influir en el dolor, aumentar el rango de movimiento articular, reducir o eliminar el edema del tejido conectivo y la restricción, inducir relajación, mejorar la extensibilidad del tejido contráctil y no contráctil y mejorar la función.
Las herramientas son el cerebro del fisioterapeuta, que debe razonar qué sucede en el cuerpo del paciente, y sus manos, que aplicarán la técnica de elección. Sin este razonamiento, no tiene sentido aplicar terapias manuales.
La terapia manual engloba técnicas de movilización articular, técnicas neurodinámicas, técnicas musculares y miofasciales. La empleamos como una ayuda o una herramienta más para conseguir la normalización funcional del sistema musculoesquelético a través de estímulos mecánicos que son recibidos e integrados en el sistema nervioso central en un contexto de seguridad. Es un diálogo constante y dinámico entre las manos del fisioterapeuta y el cuerpo del paciente.
Aunque la definición diga que es una terapia pasiva, no podemos entender la terapia manual únicamente como una acción mecánica sobre una articulación o un músculo. A través de ella buscamos ir introduciendo distintos estímulos para que el cerebro vaya re-tolerando la carga, el impacto, el movimiento, el estiramiento, o modificando el grado de contracción muscular en aquellas zonas que duelen y/o sufren restricciones. Así, el paciente va integrando este aprendizaje en sus movimientos y acciones.
Salvo excepciones, la terapia manual no emplea maniobras forzadas y debe respetar la norma del NO DOLOR, por lo que la comunicación entre paciente y fisioterapeuta debe ser constante y basada en la confianza. No debemos olvidar que, también en la terapia manual, el fisioterapeuta debe trabajar en equipo con la persona. De hecho, la persona, y no el fisioterapeuta, es la protagonista indiscutible de este equipo.
Creemos que nuestro papel como fisioterapeutas es ayudar al paciente a recuperar la función orgánica y la actividad normal a todos los niveles, empleando todas las herramientas disponibles: la pedagogía, el ejercicio, el movimiento, la terapia manual, el masaje, etc, pero sobre todo el conocimiento de los procesos fisiológicos que están detrás del dolor. Sólo así tendrá sentido cada intervención que hagamos y podremos dar una salida definitiva a cada situación que se nos presente.
El sistema nervioso es el encargado de elaborar programas defensivos como el dolor o las "contracturas musculares", por lo que siempre va a ser nuestra diana de trabajo. La terapia manual será una herramienta más que nos acerque a la eliminación de esos programas defensivos, buscando siempre que sea de forma definitiva, sin generar una dependencia.
Dentro de la terapia manual encontramos también la masoterapia o el masaje. El masaje utiliza la tixotropía, que es la capacidad del músculo modificar su viscosidad al aplicar sobre él una carga mecánica. Es lo que le pasa a la miel o al ketchup cuando los removemos. La finalidad de esta característica es reducir el gasto muscular, de manera que, cuando estamos quietos, el tejido se vuelva más viscoso y así ayudar a mantener una postura, y más líquido cuando nos movemos. La menor movilidad que conlleva muchas veces una situación de dolor hace que la consistencia muscular aumente y el músculo se perciba más endurecido a la palpación. Con el masaje o la terapia manual modificamos temporalmente la viscosidad, lo cual debe aprovecharse como una ventana para entrar a través de ella al movimiento.